Desde 1961, la cantidad de calorías disponibles por persona en el mundo ha aumentado un 35%, gracias al uso de fertilizantes y al crecimiento del comercio internacional de alimentos. Sin embargo, este progreso no se ha distribuido de manera equitativa entre las regiones:
- En Asia, la disponibilidad diaria de calorías por persona creció un 61% entre 1961 y 2022.
- En Latinoamérica, el aumento fue del 36%.
- En África, solo del 27%, lo que mantiene al continente en una situación de vulnerabilidad alimentaria.
Según el reciente informe de Allianz Trade, uno de los accionistas de Solunion, “Feeding a warming world: Securing food and economic stability in a changing climate”, este avance ha venido acompañado de un fuerte impacto ambiental.
Por un lado, el transporte de productos agrícolas genera gases de efecto invernadero equivalentes a cerca de 3 gigatoneladas de CO₂ al año, alrededor del 19% de las emisiones del sistema alimentario mundial. Por otro lado, el uso intensivo de fertilizantes ha provocado una grave ineficiencia: solo el 40% del nitrógeno aplicado es absorbido por los cultivos, mientras que el resto degrada los ecosistemas y genera “zonas muertas” en mares y lagos. En Estados Unidos, los daños por eutrofización de aguas dulces alcanzan unos 2.200 millones de dólares anuales.
Lectura recomendada:
El gran dilema del modelo agrícola global
El sector agrícola enfrenta una doble vulnerabilidad: es una de las principales fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero y, al mismo tiempo, uno de los sectores más afectados por el cambio climático, debido al aumento de sequías, inundaciones y degradación de suelos.
Desde 1900, la expansión de la agricultura ha cambiado profundamente el uso del suelo. Hoy, cultivos y pastizales ocupan la mitad de la superficie habitable del planeta, contribuyendo a la deforestación en países como Brasil, Canadá, Rusia y Estados Unidos. Cada año, este cambio de uso del suelo libera alrededor de 4,7 gigatoneladas de CO₂, casi el 10% de las emisiones globales, con un coste social estimado de 900.000 millones de dólares anuales. Esto incluye impactos ambientales, climáticos y económicos.
Impacto financiero del cambio climático
En los últimos treinta años, los desastres naturales han provocado pérdidas agrícolas estimadas en 3,8 billones de dólares, equivalentes al 5% del PIB agrícola mundial cada año. Solo las sequías representan dos tercios de estos daños.
En Europa y Estados Unidos, las pérdidas derivadas de fenómenos climáticos extremos han incrementado los costes de los seguros agrícolas y afectado la planificación financiera de las empresas del sector, mostrando la vulnerabilidad estructural del sistema agrícola ante eventos cada vez más frecuentes.
Pérdida de crecimiento e inflación global
Las proyecciones hasta 2050 indican que las pérdidas de producción agrícola podrían reducir el crecimiento del PIB mundial en unos 1,3 billones de dólares, concentrándose principalmente en Asia-Pacífico, con impactos también significativos en Europa y África.
Además, la disminución de rendimientos agrícolas por sequías e inundaciones se traduce en inflación de alimentos: se estima que los precios globales podrían situarse un 13% por encima de lo esperado sin los efectos del cambio climático, presionando tanto a consumidores como a empresas a lo largo de toda la cadena de valor.
Rentabilidad corporativa y cadenas de suministro
La volatilidad climática afecta directamente a los márgenes de las empresas agroalimentarias. Un aumento del 1% en los precios de las materias primas agrícolas se traduce en una caída media del 1,67% en la rentabilidad corporativa. Interrupciones en el suministro, costes logísticos y variabilidad en la producción reducen la capacidad de planificación y obligan a diversificar proveedores, mercados y fuentes de financiación.
Los impactos climáticos también alcanzan al sector financiero: bancos y aseguradoras enfrentan mayores riesgos crediticios y pagos por siniestros agrícolas, mientras que los desastres naturales provocan pérdidas equivalentes al 5% del PIB agrícola anual.
Adaptación y resiliencia: prioridades estratégicas frente al cambio climático
Para protegerse frente al cambio climático, las empresas y gobiernos deben invertir en adaptación y resiliencia mediante:
- Prácticas agrícolas sostenibles, conservando suelo y agua.
- Innovación tecnológica, anticipando y mitigando los efectos del clima.
- Apoyo financiero y gubernamental, facilitando la inversión en resiliencia.
- Instrumentos de protección económica, como seguros agrícolas y redes de seguridad social.
El seguro agrícola, especialmente los paramétricos, se consolida como mecanismo para reducir la exposición a riesgos climáticos, estabilizar ingresos y facilitar acceso a crédito. De hecho, se prevé que el mercado mundial de seguros paramétricos crezca de 18.000 millones de dólares en 2023 a 34.400 millones en 2033, con un incremento anual del 6,6%.
