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Industria manufacturera en España: dos décadas de retroceso y un futuro en juego

Industria manufacturera en España. Solunion

En el año 2000, la industria manufacturera generaba el 17,9% del valor añadido bruto (VAB) de la economía. Hoy apenas aporta un 11,8%. Esto supone una caída de 6,1 puntos porcentuales y una pérdida acumulada de más de 11.000 millones de euros en renta nacional.

Frente al objetivo del 20%, marcado por la Unión Europea, España no solo no ha avanzado: se ha alejado aún más. Así lo advierte el informe La adaptación de la industria manufacturera española al escenario energético y la transición digital», publicado por la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).

En términos de empleo, el retroceso ha sido aún más acusado. El sector manufacturero empleaba al 17,3% de la población activa a principios de siglo. En 2024 apenas representó el 9,9%. En números absolutos, se han destruido 724.000 puestos de trabajo industriales. La industria emplea hoy a poco más de 2,17 millones de personas, según los últimos datos del Ivie.

La brecha con Europa también se ha ampliado. Mientras que la media de la Unión Europea sitúa el peso industrial en el 15,6% del VAB y el 13,7% del empleo, España está 3,9 y 3,8 puntos por debajo, respectivamente.

Radiografía actual del sector: quién produce y dónde están las brechas

Según el citado estudio de la Fundación BBVA, solo cuatro ramas industriales generaron casi el 60% de toda la producción manufacturera en 2022:

  • La industria agroalimentaria (19,4%).
  • La metalurgia y productos metálicos (12,7%).
  • La química y farmacéutica (12,1%).
  • La fabricación de material de transporte (11,8%).

Esta concentración refleja una especialización productiva que no siempre va acompañada de alto valor añadido o innovación tecnológica.

Especialización agroalimentaria frente a la baja presencia en sectores tecnológicos

En comparación con la media de la UE-27, España presenta una especialización superior en el sector agroalimentario (8,4 puntos porcentuales por encima), así como una mayor presencia en las industrias textil y del caucho y plásticos.

Sin embargo, sufre una clara infrarrepresentación en sectores estratégicos como la fabricación de maquinaria y equipo, cuyo peso es la mitad que la media del continente. Lo mismo ocurre con los productos informáticos, electrónicos y ópticos, donde la brecha es seis veces mayor.

Exportaciones industriales: peso elevado, pero menor que en Europa

La industria manufacturera continúa siendo clave para el sector exterior. Representa el 84% de las exportaciones de bienes del país y aporta el 20,3% del PIB a través de las ventas al exterior.

Aun así, esta cifra está lejos del 31,1% que supone la industria exportadora europea. Esto refleja un menor grado de industrialización y una menor inserción en cadenas de valor de alta tecnología.

Productividad industrial: fortalezas, debilidades y disparidades internas

Tradicionalmente, se ha defendido que la industria es más productiva que los servicios. Sin embargo, esta afirmación no siempre se sostiene si se observa con indicadores más completos.

La productividad del trabajo, por sí sola, no basta para explicar el desempeño del sector. El informe del Ivie destaca que, en términos de productividad total de los factores (PTF, un indicador que mide la eficiencia conjunta del capital y el trabajo), las manufacturas son un 6% menos productivas que los servicios. La industria, por tanto, ya no tiene garantizado el liderazgo en eficiencia.

Desigualdad entre subsectores y obstáculos al crecimiento

Las diferencias dentro del propio sector son profundas. El subsector de fabricación de material de transporte, por ejemplo, es 3,6 veces más productivo que el de alimentación, bebidas y tabaco.

Por otro lado, la eficiencia no siempre se traduce en liderazgo empresarial. Las empresas más productivas no son necesariamente las que más cuota de mercado ganan. Factores como el poder de mercado de grandes firmas, la baja entrada de nuevas compañías y la lenta salida de las menos eficientes dificultan una renovación natural del tejido industrial.

Además, las empresas líderes del sector manufacturero tienen, en muchos casos, niveles de productividad más bajos que las del conjunto de la economía o los servicios.

Digitalización pendiente: un reto urgente y desigual

Actualmente, solo el 62% de las empresas manufactureras españolas tiene un nivel al menos básico de digitalización, frente al 68,3% de la media de la Unión Europea y lejos del objetivo europeo del 90%.

Este retraso refleja un menor grado de adopción de tecnologías clave como la automatización, el análisis de datos o la inteligencia artificial.

Brecha tecnológica en sectores tradicionales

Los sectores tradicionales como alimentación, bebidas o textil se sitúan aún más atrás. Solo el 57,1% de estas empresas ha alcanzado una digitalización básica. Esta brecha tecnológica frena su capacidad de competir en un entorno cada vez más exigente en eficiencia, trazabilidad y flexibilidad productiva.

De hecho, la diferencia en eficiencia entre sectores manufactureros altamente digitalizados y aquellos con bajo nivel tecnológico se traduce en que los primeros duplican la productividad de los segundos. En los últimos veinte años, los sectores más intensivos en tecnología han aumentado su productividad un 24%, frente al estancamiento de los menos digitalizados.

Inversión e innovación: esfuerzo insuficiente

Las empresas manufactureras españolas destinan el 3,8% de su valor añadido bruto (VAB) a I+D, más del doble que la media de toda la economía española (1,6%). Sin embargo, este esfuerzo es aún bajo si se compara con el promedio europeo del 8,7%.

A pesar de todo, la industria sigue siendo el núcleo de la innovación empresarial en España. Las empresas manufactureras representan el 44,1% de toda la inversión privada en I+D del país.

Además, un 30% de las compañías innovadoras pertenece al sector y éstas concentran el 40,1% del gasto empresarial en I+D+i. Su esfuerzo innovador, equivalente al 5,4% del VAB, supera ampliamente al del sector servicios (1,3%).

Déficit en activos intangibles

El desequilibrio se extiende también a los activos intangibles (software, propiedad intelectual, diseño, marca). La industria manufacturera española solo invierte un 10,6% de su VAB en este tipo de activos, frente al 20% de la media comunitaria.

Esta brecha limita la capacidad de diferenciar productos, escalar procesos y generar valor más allá de los bienes físicos.

Transición energética: eficiencia relativa, pero costes elevados

A comienzos de la presente década, la industria manufacturera en España gastaba de media 8 céntimos de euro en energía por cada euro de valor añadido generado. En comparación, las cifras eran de 6 céntimos en Francia, 5 en Alemania y solo 2 en Italia.

Este diferencial de costes reduce los márgenes de las empresas industriales españolas y frena su capacidad de inversión.

Mejor eficiencia energética que la media europea

La buena noticia es que, pese a esos costes, España presenta una mayor eficiencia energética que la media europea. El indicador de intensidad energética, que mide cuánta energía se necesita para generar una unidad de valor económico, se sitúa en 97,3 frente a los 99,9 de la media europea.

Es decir, la industria española consume menos energía para producir lo mismo, pero esa energía le cuesta más.

Oportunidades en renovables y sostenibilidad industrial

Esta combinación de eficiencia elevada, pero costes altos refuerza la importancia estratégica de la transición energética. España cuenta con condiciones naturales ventajosas para liderar el desarrollo de energías renovables.

Aprovechar esta ventaja puede reducir la dependencia exterior, estabilizar precios y acelerar la transformación hacia una industria más sostenible, resiliente y competitiva.

Por último, cabe señalar que el objetivo europeo del 20% del PIB puede ser útil como marco de referencia.
Sin embargo, lo importante no es tanto alcanzar una cifra concreta, sino construir una industria sólida, diversificada, tecnológicamente avanzada y sostenible.

Los Proyectos Estratégicos para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE), financiados a través del Plan de Recuperación y los fondos Next Generation EU, son una herramienta con gran potencial. No obstante, su impacto dependerá de su correcta ejecución, su capacidad para generar inversión adicional privada y su alineación con los retos reales del sector industrial.

Actualidad Solunion

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